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24.9.14

JEREMY SCOTT PARA MOSCHINO

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Con la globalización de la moda, cada vez más nos hacemos familiares a los nombres de los engranajes que le conforman y abanderan: editores, diseñadores, fotógrafos, modelos, estilistas, maquilladores y hasta vitrinistas se convierten en blanco de los adeptos y no adeptos. Y, de todas las cientos de redes que existen hoy en día, es Instagram la que se posiciona como la más relevante para informarnos sobre éstos por la ventaja de su función gráfica directa e inmediata.

Sea desde su propia cuenta, o por cuentas informativas, con un simple like que demos a algunos de los ya mencionados, generamos una notificación a nuestros seguidores, que al tiempo que les compartimos nuestros gustos podemos generar curiosidad en alguno de ellos: ¿una foto de Karlie Kloss? ¿El maquillaje de Pat McGrath para Prada? o Rihanna llegando al desfile de Raf Simons para Dior. Una foto es una invitación inmediata al mundo fashion y un simple like puede pasar, en tiempo récord, a desencadenar una avalancha de información en efecto dominó para aquellos que forman parte de la red.

Así, nadie queda por fuera. Mientras el -ya desconocido- rostro de Steven Meisel siga fotografiando en Vogue Italia, su nombre y fotos de antaño junto a Madonna seguirán rotando en las redes sociales e iremos cumpliendo el propósito de la información: ser compartida y pasada generacionalmente. Like. Nombres nuevos y viejos, de inmortales e inmorales seguirán siendo recordados mientras haya un registro gráfico y estemos en total libertad de juzgarles o alabarles. Y hoy más que nunca, la sed de conocimiento en materia de moda, saberse el nombre de Meisel o de los engranajes antes mencionados es una necesidad casi inherente porque la moda está de moda.

Que la moda está de moda, sí. Que la de hoy mora en la nostalgia, también. Y que se repite, también. La moda, como la vida misma es cíclica y con ella y con cada avistamiento de tendencia, se reorganizan las piezas y traen consigo no sólo el surgimiento de talentos emergentes sino, el desempolvamiento de nombres que ya habían quedado casi que en el fondo del cajón pero jamás olvidados. Para comparar o simplemente porque se les da la oportunidad de resurgir. Como hoy es el caso del resurgido Jeremy Scott.

Repasar los archivos fashion y enterarse que Jeremy Scott no es un nombre relativamente nuevo puede resultar una novedad o sorpresa para algunos. Que luego de estudiar en Pratt se fue a Paris con una colección bajo el brazo inspirada en Orlán y que en 1997 y logra su primera colección, que no sólo fue aclamada sino un respiro fresco y de paso una bofetada -Según Vogue- a los que decían que su estilo no era vestible son sólo de los tantos logros que consiguió el diseñador antes del inicio del milenio.

El caso es que Jeremy Scott, quien para muchos resulta siendo una cara nueva en el panorama mundial de la moda, lleva diseñando casi 20 años con su estilo über-trash donde enfundaba a Devon Aoki, su amiga y musa en los 90’s e inicios de milenio’ y que, una vez en el ojo parisino, se convirtió también en el gran protegido de Karl Lagerlfed y uno de sus cientos de posibles sucesores en la codiciada casa Chanel la cuál aún protege con capa y espada el kaiser. También figuraban rumores que sostuvieron un amorío y que de ahí su colocación en el mapa pero eso no es lo que importa aquí. 

Luego de casi 6 años seguidos de éxito, fue cuestión de tiempo para que el furor del diseñador nacido en Kansas y sus estrambóticos y coloridos vestidos comenzaron a cansar a inicios del nuevo milenio, porque no se ajustaban a la demanda de una moda simplista que tomaba fuerza haciendo que Scott desapareciera del radar pero sin dejar de trabajar.
En el 2006 diseñó bolsos para Longchamp y en el 2008, se une a Adidas para diseñar una colección de ropa y zapatillas deportivas que dividiría la carrera del diseñador en dos no sólo por haber dado frutos y facturado millones de dólares al ser un éxito en ventas sino, por refrescar lo aburrida que se estaba convirtiendo la moda para las generaciones menores con sus zapatos alados sobre todo, que marcaron un precedente en el vestir y que ya pasan a la historia como icónicos. Una palabra que poco ya se usa.

El último gran logro de Jeremy Scott ha sido el ser nombrado director creativo de la casa ativo de la casa italiana Moschino, protegida por Rossella Jardini. Desde 1994 luego de que su creador, Franco Moschino falleciera y le dejara a cargo, Jardini no ha hecho si no dejar en alto la filosofía de su creador -La parodia y el esterotipo- exaltando la moda tex-mex italianizada y que vestirían sus mujeres ricachonas y chabacanas en sus diseños; convirtiendo realmente en parodia kitsch la moda seria de Chanel y mezclando el cheap and chic como premisas de forma tan creativa y llamativa que adoptó el nombre para una de las líneas de la firma.

Teniendo en cuenta la filosofía irreverente, atrevida de la casa, Scott resulta siendo la pieza perfecta para refrescar la cansada firma que ya desde hace un tiempo necesitaba un lifting.

Su primera colección para Moschino resultó siendo una completa maravilla. Luego de repasar los archivos de la casa, hizo lo más atrevido: recordar cómo Chanel demandó a Franco Moschino por burlar sus vestidos. Scott hizo honor a aquel momento al parodiar los famosos tweeds pero con una vuelca de tuerca, trastocando el consumo masivo y convirtiéndoles en casi uniformes de McDonalds. La coincidencia Chanel-Moschino-Lagerfeld-Scott se hace necesaria de traer a colación pues la ironía de hoy es que Lagerfeld mantiene buena relación con el una vez posible heredero de la firma.

La colección sigue siendo un derroche de excentricidad, con sus mujeres tex-mex que vuelven al ruedo de forma re-inventada y más italianizadas que nunca pero descafeinadas y contemporáneas que logra ajustar el kitsch de la casa -y de su persona misma- en piezas totalmente comerciales y vendibles que se mezclan con la cultura popular de forma fantástica: el uso de estampados de cereales, chocolates, la cerveza Budweiser, de Bob Sponja que no sólo recuerdan la ideología Moschino sino que respetan los cortes distintivos de su creador.

Para su segunda colección, presentada hace 7 días, Jeremy Scott se la vuelve a jugar con su ingenio y creatividad. Esta vez la temática que circundó la colección fue ‘Barbie’: la esbelta y exageradamente polifacética muñeca de plástico con casi 60 años de edad pero que se mantiene igual de bella como el primer día. El propósito de Jeremy para con la colección era simple: al igual que Barbie, él quería traer dicha a las personas. Por lo que una estampida de Barbiezonas se apoderaron de las pasarelas.
Los vestidos -casi todos rosados- se alejaban de la mujer italiana poderosa y arrabalera y en cambio se transportaba al estereotipo de chicas plásticas, hijas o esposas de millonarios que se ubican en las costas de LA, algunas de ellas texanas, indiferentes con el mundo y que sólo quieren pasarla bien.

Habían Barbies por todos lados pero con un sinsabor de que algo faltaba o que ya había sido. La colección resultó siendo un potpourrí y parodia de la parodia que es Jeremy Scott en el mundo de la moda y no sólo recordaban, en algunos pases, la colección de Chanel del 95 sino que traía reminiscencias de un Jeremy Scott en sus últimos momentos de gloria de inicios de siglo y no de aquella majestuosa colección del 97 que tituló Rich White Women. La fascinación de Scott por las mujeres opulentas aún casi 20 años aún sigue vigente.

No estoy seguro si Jeremy o la misma firma fue consciente de esto, pero el manejo al fenómeno mediático que causó la colección me hace pensar que sí. La presentación de la colección, llevada a cabo el 18 de Septiembre, parecía un concierto de rock: La horda de adeptos atiborraba la entrada del desfile, hacía casi imposible pasar a los invitados quienes, encontraban como regalos, una caja con una Barbie adentro. Clic inmediato, la foto estaba en instagram y el pequeño copo de nieve que podía ser la caja, se convertía en una gigante bola de nieve para los amantes de la firma y los que eran ajenos a ella. Luego los selfies frente al espejo con los estuches-phonecases en forma de espejos de Barbie en rosa ácido resultaron un éxito y desplazaron inmediatamente al también adorado case con forma de papitas francesas de McDonalds.

Una vez terminado el show, los hashtags #moschino o #jeremyscott fueron los más populares hasta el sábado en las redes. El poder de un like. Las actualizaciones ocurrían a cada segundo y la colección, que no resultó siendo tan ingeniosa como la primera en manejo de redes fue todo un éxito y ya comenzó a facturar con la salida de las prendas a la venta. Así como con Barbie hay toda una maquinaria detrás de la firma y un reajuste en la tendencias ¿Mujeres robot? ¿El reemplazo del término ‘básico’ por ‘plástico? ¿El regreso de la exagerada femineidad de la que Barbie es el arquetipo más perfecto? o simplemente la mejor estrategia de mercadotecnia llevada a cabo en mucho tiempo? Aún no sabemos pero, lo cierto es que Moschino volvió para posicionarse como una de las marcas más deseadas de estos tiempos.

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