Pages

  • Twitter
  • Google+
  • RSS Feed

9.5.13

"Bueno me gustaría ver, algunos punks de verdad aquí, algunos punks verdaderos de la calle. Pero dudo que hayan sido invitados." - GC

Así define Grace Coddington y se resume lo que fue la tan anticipada celebración anual conocida como "La Gala del Met", llevada a cabo en el Metropolitan Museum of Art Costume Institute, que este año tuvo como temática "Punk: Del Caos a Alta Costura" en una exhibición que busca resaltar cómo el movimiento punk, ha influenciado el pret-à-porter hasta inspirar creaciones de alta costura durante más de tres décadas trazando un eje directo, entre el punk newyorkino con el británico y su impacto en la moda, presentando el origen en dos historias distintas: mientras que en NewYork fue un movimiento musical, en Londres fue un movimiento estético y la político.

La ocasión, idónea para la gala que reune moda, cine y música y que espera que sus invitados aprovecharan las libertades que la ideología ofrece, deslumbraran por el cinismo y la desfachatez de un movimiento que exalta la libertad trasladando en prendas su individualismo, sin importar lo que Anna Wintour pensase, resultó en lo habitual: un evento tedioso dónde la temática fue lo único acorde de la velada.

Ya pasó en temas como 'SuperHéroes' (2008), 'Savage Beauty' (2011) o 'Impossible Conversations' (2012), puntuales en su temática y punto de partida para que los invitados formaran parte del festín: haciendo homenaje a Alexander McQueen (la mayoría fueron de Stella McCartney ese año), canalizando su súper héroe favorito de niño ó simplemente yendo de Prada. Las galas resultaron en decepción, no sólo para los ansiosos espectadores, sino para la crítica misma que esperaba más esfuerzo por los presentes.

Éste año, las expectativas eran altas desde que se anunció la temática en Septiembre del año pasado: PUNK. Movimiento tan diversamente definido, que termina siendo una amalgama conceptual sin terminar de definirse como puramente ideológico o estético pero, que de las dos formas, permite una actitud por el que pensase o se vistiese como el movimiento lo dicta; haciendo un poco dificil precisar si la gala ha resultado un éxito estético u otra fiesta "it'" que en un mes será olvidada.

Para determinar el éxito o fracaso, habría que analizarle desde los dós ámbitos (ideológico y estético).
Como ideológico, todos los presentes que se pasearon en la alfombra roja son punks, todos; algunos tal vez en más grado que otros, con Vivienne Westwood (diseñadora precursora del Punk británico), Carinne Roitfeld (estilista), Linda Fargo (vitrinista), Zandra Rhodes (diseñadora) y hasta Anna Wintour (Vogue USA) por sus aportes ideológicos y el trabajo individual e individualista en el sector  de la moda. Si se determina como ideología, todos los asistentes son punks porque, nadie llega a la cima y se pasea sobre la alfombra del MET sin haber tenido una actitud punk individulista, de libertad, no conformista, de rebelión, de contracorriente y de hacer lo que siempre quiso que, en este caso sería "ser famoso". Debbie Harry de Blondie expone a Kanye West como uno de los punks más grandes del mundo por el infame salto al escenario durante el discurso de Taylor Swift en los MTV, mostrando el punk como actitud. Y si es así, fue una gala acertada.

Por otro lado, si se determina el punk como estética que traduce una actitud en un código de vestimenta -que en este caso se traslada a la alfombra roja-, sólo pocos fueron disfrazados.
Pagar 3mil dólares por un vestido punk es disfrazarse, sobretodo cuando la estética ha sido un mainstream creciente desde hace dos décadas; cada vez más edulcorado, adaptado comercialmente y tal vez más relevante que en los 80's. De hecho, la gala desde un inicio se tomó como una gran fiesta de disfraces. Kristen McMenamy (modelo) se refirió al evento como la antítesis del punk, alegando que el punk es rabia y es no pretender y tildó el evento como una fiesta de disfraces para el punk. Riccardo Tisci (diseñador), en cambio, dijo que "el punk no va en el look, sino en la personalidad" contradiciendo no sólo a McMenamy sino todo el propósito de la exhibición que exalta, expone y examina más de 100 vestidos de hombre y mujer pertenecientes a una estética visual.

Está claro que hoy en día, usar estoperoles (taches) no te hace punk, ni cuero, ni medias rotas. El punk está afuera quemando banderas y siendo anti-todo. Aplaudo silenciosamente el intento de algunos de hacer honor a la estética disfrazándose de punks pero el punk de hoy es un reducto de lo que fue, hasta para los más puristas. El de hoy es falso, es una idea de punk, es de Zara, es caos. Si colocarse una chaqueta de cuero de 2mil dólares sobre un vestido de 6mil es punk, nadie puede decir lo contrario.

La pretensión no es punk, lo dijo McMenamy pero, paradójicamente, al ser tan libre que pretendas ser algo que no eres, enerves a los que sí son y no te importe un comino es muy punk porque, mientras algunos lo hablan, otros lo viven.

15.4.13



El pasado viernes tuve la oportunidad de ser uno de los 17000 asistentes que disfrutaron del Festival Estereo Picnic en Bogotá, Colombia; evento que reune a artistas de talla internacional en dos escenarios que son disfrutados como su nombre: a modo de picnic.

Mi presencia en el evento fue en colaboración con una emergente marca de ropa que busca promocionarse y posicionarse en el mercado jóven. Mi asistencia allí -además de consultor de la marca- fue el de auxiliar de técnico de mercadeo dirigido, entiéndase, vendedor, lo que me pareció una oportunidad perfecta para interactuar con el público capitalino, entender y analizar un poco su psique y persona, considerando que soy relativamente nuevo en la ciudad. Para ello, cargué con papel y lápiz y mi infaltable cámara para registrar los atuendos, tantos de los que compraban las prendas, como aquellos que llamaran mi atención.

Debo confesar que estaba un poco predispuesto con el público que asistiría. Con el hipsterismo en auge ahora en Colombia, tendencia que va desapareciendo de las revistas y blogs, sabía que la cosa no iba a ser tan sorpresiva. Y sorpresa! No estaba equivocado. Fue desde que abrieron las puertas y la horda de asistentes corrían como en maratón para asegurar sus puestos cerca de la banda/artista que se presentaría, cómo noté la pérdida de identidad colombiana. Por un microsegundo, sentí que estaba en Europa; por otro microsegundo, sentí que estaba en Estados Unidos, pero no, precisamente, estaba en Colombia donde devorar tendencias es... tendencia.

Y cómo no? Si el Festival mismo promueve esta identidad ajena: era sólo acercarse al 'Hippie Market'  (¿qué tal el nombre?) donde, pequeñas y medianas empresas emergentes promovían sus productos en carpas que simulaban ferias gringas, con decorado de luces que llevan inmediatamente a algún pueblo de Estados Unidos, donde jugar a golpear la campana con un martillo y caminar comiendo algodón de azucar es una obligación.
El público asistente al concierto -que se acercaba por curiosidad o con propósitos comerciales al HippieMarket- si pudo en algún momento sentirse como un turista, se sentó como pez en el agua, fascinado con los objetos más extraños que se vendiesen, haciendo preguntas con un acento "snob" y utilizando palabras en inglés en expresiones o hasta en prendas mismas (tshirts, caps) que retumbaban en las carpas de feria gringa pues hablaban con una lentitud que sorprendían porque no coordinaba con su avidez mental: son conocedores de las tendencias de afuera; lo saben y compraban para ser los primeros en lucirlas allí mismo en el evento.

Sorprendido ante la multitud caza-tendencias, no me importó tomar una sola foto de algún atuendo.  ¿Para qué? Si habían cientos de fotógrafos haciendo 'street-styling' (???) a los presentes que de lejos sabían que habrían cámaras documentando a los más llamativos. Los fotógrafos se emocionaban cada que veían a alguien vestido "muy bizarro, muy internacional o en su defecto, muy europeo", palabras de un fotógrafo con el que tuve la oportunidad de hablar. De hecho, debo confesar que tenía intenciones de compartir las fotos que pensaba tomar del evento pero, una vez más, ¿para qué? si en TheSartorialist la llevan mejor. Y hasta en Coachella uno se lo cree más. Aquí sólo quedaron reductos de lo que hicieron las hermanas Olsen en el 2006: parecer brujas, vestidas de negro con faldas interminables y gafas gigantes, pero a modo de falsa insurgencia.

Al final me dediqué a disfrutar de los conciertos, que son la verdadera intención del evento y ciertamente no defraudaron. No hay foto de coolhunting pero sí de los conciertos (con iphone) para que vean lo cerca que estuve y se mueran de la envidia:


(Steve Aoki, Major Lazer y Crystal Castles)



18.2.13























Marc Jacobs no ha sido nunca santo de mi devoción pero, su última entrega para su homónima firma, ha sido el rayo de luz que nunca había avistado en alguna de sus colecciones.

Primero hay que reconocer que la colección no tiene nada nuevo. Por el contrario, ha resultado siendo un potpourrí y reminisencias de previas pero con una reinvención mucho más sofisticada, prolija y conceptual. Jacobs lo sabía y lo expresó —en pijamas—, explicando que sería "ropa simple".  Y efectivamente, Marc, sabe que en los tiempos en los que vivimos no se puede arriesgar a crear colecciones osadas y aguerridas porque no se está en condiciones, ni económicas ni climáticas para su disfrute como en otrora.

Su presentación, llevada a cabo el pasado jueves, se basaba en la instalación del artista danés Olafur Eliasson, "The Weather Project" disponiendo una enorme esfera que despedía una luz amarillenta, simulando ser el sol, sobre una pasarela en forma de plataforma circular también, mientras las clonadas modelos caminaban alrededor, como entes monocromáticos.

La luz —del Sol— fue el principal protagonista de esta maravillosa puesta en escena, no sólo por afectar a los invitados quienes, sin siquiera pensarlo, no se despojaron de sus oscuros lentes durante todo el show; además de sentirse incómodos por lo feo que la luz hacía verles: desde el color de sus pieles, hasta las sombras duras proyectadas sobre sus rostros sino por apropiarse de todo el recinto magnificando su poderío y matando cualquier color que osara desafiarle, haciendo difícil el reconocimiento cromático de algún pase.

No sé si Marc, con esto, buscaba hacer una declaración que tapara un poco la simpleza de sus prendas, pero ciertamente tenía como propósito la reflexión.

En la colección de Jacobs, el Sol —que no sólo hacía de protagonista sino de antagonista— obligaba a las modelos a desprenderse de sus prendas inferiores, haciéndolas caminar en la pasarela en minishorts que simulan ropa interior. Esta vez la intención de andar sin pantalones no era de control, poder o libertad, como pasó una vez con los pantalones del Señor Yves Saint Laurent, era completa necesidad.

Pero las necesidades no sólo físicas, sino emocionales hicieron que sus mujeres, afectadas por el inclemente sol, entraran en un estado de paranoia que les hacía cargar sus bolsos con fervor y con temor a que algo les suceda que lo apretaban contra su cuerpo, contradiciendo la indiferencia absoluta en la que estaban sumidas, pues prefieren vestir todo el día en pijamas ya que el calor soporífero es tal que sólo provoca pereza; sólo provoca dormir.

La mujer de Jacobs, la fiera New Yorkina de la jungla de concreto, heredera o esposa de magnate teme, no sólo del sol, ni de la moribunda tierra, sino de su economía pues va en declive cada vez más y su recorte no sólo en sus cuentas, sino también en sus prendas es cada vez más notoria. Las clases sociales cada vez se hacen más borrosas y el sol, iluminando por igual, diluye cualquier diferenciación. Por lo que ella tiene que pensar en sus bienes y a la par de sus maridos: seria y monocromática comienza a pensar como hombre y a reflejarlo en su apariencia, que si bien es masculina, no pierde su brillo ni femineidad.

Ellas son sobrevivientes. Sombrías y poderosas. No sólo son sobrevivientes de las crisis económicas, sino de la crisis climática: aunque les toque usar vestidos sintéticos, al final del día se enfundan en animales muertos, sea en estolas o abrigos; con ojos desorbitados de peluche o reales; a ellas no les importa, mientras sean pieles reales, ni que estén en vía de extinción porque ellas saben que en tiempos de crisis, sobrevive el la más fuerte.

4.1.13


Hace unos 18 años, la palabra 'troll' se hizo popular al referirse a un juguete que, gracias a su perturbadora anatomía híbrida (cuerpo de bebé eunuco y cara de anciano que sostenía un cabello enlongado y de colores), se convirtió en un éxito de masas siendo coleccionado por niños y adolescentes —que le cargaban hasta como aretes en una supuesta declaración de rebeldía— ayudando a marcar un precedente para la naciente generación 'rave' y los 'Club Kids' pues, adoraban la figura que sólo variaba su color de cabello; y le convertían, de paso, en uno de los emblemas más importante de los 90's.

Los tiempos han cambiado y la RAE que se actualiza con cada palabra que redefine su significado, le adjudica al 'troll' como aquel personaje cibernético que se encarga de mofar, molestar y desconcertar la tranquilidad de un foro o alguna comunidad donde se interactue por internet.

Troll. Monosilábica palabra cuya definición sonaría indefensa a primeras, está causando un cambio inconsciente, lento e indirecto en el raciocinio de todos nosotros debido a que nos está regresando lo que alguna vez pareció perdido: la libertad. Sí, por muy estúpida, contradictoria e imposible que suene esta premisa, nunca antes se había visto una revolución de pensamiento o de no pensamiento —ahora cibernética (hay que tener en cuenta que nuestra realidad es, irónicamente, la virtual)— tan precipitada y directa contra cualquier órden. Y si alguna vez este blog, criticó el atrevimiento de muchos por creerse autoridades, aún no compartiendo la actitud, le aplaude al mismo tiempo.

Las 'trolleadas' que comenzaron no precisamente en internet sino que han estado presentes durante toda la historia (en el arte, los 'fauvistas' por ejemplo o hasta el mismo Marcel Duchamp) luego toman una forma más estereotipada en personajes de televisión, aquellos que solían desconcertar al resto de personajes y al público mismo con frases ridículas o vestuarios estrambóticos desde los 90's, forjando lo que sería una actitud de libertad que, aún sin la proliferación de los computadores, se reflejaba en el vestir: un reducto de los 80's más simplificado pero más colorido (el neón entró en tanto furor que se apoderó hasta de los caparazones de los computadores Mac). Y de eso se trataba en ese entonces, de presentar ese respiro de libertad e indiferencia por el qué dirán y ''ser uno mismo'': tonto y ridículo en la labia y el vestir que es basicamente lo que nos define en el mundo superficial que vivimos.

Si los 60's 70's y 80's fueron décadas de revoluciones, los 90's eran de disfrute, de celebración de logros y la entrada a una nueva era, el disparo de las series de comedia y el color, excesivo y estridente color se apoderaba de la pantalla chica, la pantalla grande, los videos musicales, las alfombras rojas y las discotecas, entre esas las ravé. Los 90s significaban exceso y puterío pero al mismo tiempo, era una década donde el miedo mismo alimentaba esta actitud desaforada. El Y2K, segunda trollada más grande en la historia, logró meterse en la cabeza de casi todos los habitantes del planeta haciendo pensar que con la llegada del nuevo milenio, el mundo iba a entrar en un desastre informático de tal magnitud, que el caos provocaría el fin del mismo. Eso o que simplemente se iba a acabar. Punto. Entonces todos bailaban y celebraban como si no hubiera mañana. Cabe resaltar que aún cuando el medio dominante era la televisión, la interactividad no existia en gran parte y el miedo era inminente, bombardeados con millares de películas sobre el fin del mundo con caidas de meteoros y supuesta visita extraterrestre. Nadie quería irse sin haberse sentido libre.

El mundo no acabó. La humanidad sobrevivió pero un atentado un años después a la entrada del milenio, septiembre, le sumió en total miedo y oscuridad. La fiesta se acabó.

18 años después y dado que estamos en la época donde las tendencias se repiten; los trolls regresan, ya no en la televisión sino en formas 'reales', nosotros usuarios de internet; los comentarios ridículos ahora son en blogs, twitter, realities y tumblr y el desconcierto es el mismo, normalmente acompañado de un gif que represente la expresión facial. Lo maravilloso de todo es que ya comenzó a desbordarse de las líneas del internet y comenzó a reflejarse en la calle, haciendo de esta, ahora tendencia, un futuro fenómeno.

Y no, no se trata sólo de moda. Son muchísimos los factores y vicisitudes de un mundo 'progresista' las que van haciendo de esta pequeña bola de nieve, una avalancha trollera. La re-elección del presidente de los Estados Unidos, por ejemplo, supone la entrada a cambios culturales gigantes que alimentarán la tendencia: la aceptación de género, legalización de la marihuana y del matrimonio gay traen consigo rupturas de tabú y una osadía que si bien desenfrenada, podría ser auténtica, palabra que ha perdido valor desde hace 13 años.

Esta vez el mundo ha abierto un poco más los ojos. Las tasas de catolicismo han bajando al igual que los suscriptores de Vogue. Ya nadie traga entero ni le tapan la boca con el dedo; estamos entrando a una era donde ser troll, ha permitido ser uno mismo, sin importar la opinión ajena (algún usuario tras un nickname). Se sobrevivió a el 21.12.12, tercera gran trolleada y no hay necesidad de sentir miedo ya; más allá del que quieren infundir los medios donde el internet, ahora predomina y debido a la libertad del cibernauta de elegir lo que lee, ha ido decreciendo ese temor y la humanidad tiene ganas de volver a bailar y dejar el luto.

Es un poco contradictorio. La moda nunca había sido tan aburrida, pero al tiempo es maravilloso porque es ''la moda'' que nos han metido en la cabeza la aburrida. Ahora hay cientos, miles de diseñadores independientes con ideas frescas y aunque no revolucionarias, deslumbrantes y desconcertantes (como lo fue Gareth Pugh hace un tiempo) trabajando y moviéndose a través de las redes sociales usando el color, frases atrevidas y una onda noventera engranadas para presentar sus piezas que resultan siendo una exquisitez estética. Por eso el resurgimiento de Jeremy Scott, antiguo protegido de Karl Lagerfeld, al ojo de la moda internacional con sus propuestas descabelladas y noventeras quien viste ahora a las que serán las promesas de esta nueva década: Azealia Banks, Justin Bieber (...) y el grupo pop 2EN1. Sus desfiles que fueron una vez olvidados, vuelven a ser sensación y Style los coloca en su página principal. Por relevante en tendencia.

Los trolls dominan ahora la moda. El reinado de Vogue va en picada aunque muchos lo nieguen y afirmen que se mantiene como pilar de tendencia y árbitro de estilo. La moda, la verdadera está en las calles y sale de internet o ingresa a ella en algún blog de coolhunting. El ''qué dirán'' que obnubilaba nuestro pensamiento va desapareciendo en forma meteórica. Ya casi nadie se toma, ni intenta tomar las cosas en serio porque ¿para qué? vivimos en una era donde ser serio, tal vez ese sea el único temor ahora; parecer serios en twitter o tumblr nos daría menos seguidores, ser serios en facebook nos haría ver trascendentales y dramáticos. Son ahora los que llevan una vida ''normal'' los que pueden llegar a desconcertar mientras que la vida alternativa, se hace cada vez más ordinaria.
 
© 2012. Design by Main-Blogger - Blogger Template and Blogging Stuff