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4.1.13


Hace unos 18 años, la palabra 'troll' se hizo popular al referirse a un juguete que, gracias a su perturbadora anatomía híbrida (cuerpo de bebé eunuco y cara de anciano que sostenía un cabello enlongado y de colores), se convirtió en un éxito de masas siendo coleccionado por niños y adolescentes —que le cargaban hasta como aretes en una supuesta declaración de rebeldía— ayudando a marcar un precedente para la naciente generación 'rave' y los 'Club Kids' pues, adoraban la figura que sólo variaba su color de cabello; y le convertían, de paso, en uno de los emblemas más importante de los 90's.

Los tiempos han cambiado y la RAE que se actualiza con cada palabra que redefine su significado, le adjudica al 'troll' como aquel personaje cibernético que se encarga de mofar, molestar y desconcertar la tranquilidad de un foro o alguna comunidad donde se interactue por internet.

Troll. Monosilábica palabra cuya definición sonaría indefensa a primeras, está causando un cambio inconsciente, lento e indirecto en el raciocinio de todos nosotros debido a que nos está regresando lo que alguna vez pareció perdido: la libertad. Sí, por muy estúpida, contradictoria e imposible que suene esta premisa, nunca antes se había visto una revolución de pensamiento o de no pensamiento —ahora cibernética (hay que tener en cuenta que nuestra realidad es, irónicamente, la virtual)— tan precipitada y directa contra cualquier órden. Y si alguna vez este blog, criticó el atrevimiento de muchos por creerse autoridades, aún no compartiendo la actitud, le aplaude al mismo tiempo.

Las 'trolleadas' que comenzaron no precisamente en internet sino que han estado presentes durante toda la historia (en el arte, los 'fauvistas' por ejemplo o hasta el mismo Marcel Duchamp) luego toman una forma más estereotipada en personajes de televisión, aquellos que solían desconcertar al resto de personajes y al público mismo con frases ridículas o vestuarios estrambóticos desde los 90's, forjando lo que sería una actitud de libertad que, aún sin la proliferación de los computadores, se reflejaba en el vestir: un reducto de los 80's más simplificado pero más colorido (el neón entró en tanto furor que se apoderó hasta de los caparazones de los computadores Mac). Y de eso se trataba en ese entonces, de presentar ese respiro de libertad e indiferencia por el qué dirán y ''ser uno mismo'': tonto y ridículo en la labia y el vestir que es basicamente lo que nos define en el mundo superficial que vivimos.

Si los 60's 70's y 80's fueron décadas de revoluciones, los 90's eran de disfrute, de celebración de logros y la entrada a una nueva era, el disparo de las series de comedia y el color, excesivo y estridente color se apoderaba de la pantalla chica, la pantalla grande, los videos musicales, las alfombras rojas y las discotecas, entre esas las ravé. Los 90s significaban exceso y puterío pero al mismo tiempo, era una década donde el miedo mismo alimentaba esta actitud desaforada. El Y2K, segunda trollada más grande en la historia, logró meterse en la cabeza de casi todos los habitantes del planeta haciendo pensar que con la llegada del nuevo milenio, el mundo iba a entrar en un desastre informático de tal magnitud, que el caos provocaría el fin del mismo. Eso o que simplemente se iba a acabar. Punto. Entonces todos bailaban y celebraban como si no hubiera mañana. Cabe resaltar que aún cuando el medio dominante era la televisión, la interactividad no existia en gran parte y el miedo era inminente, bombardeados con millares de películas sobre el fin del mundo con caidas de meteoros y supuesta visita extraterrestre. Nadie quería irse sin haberse sentido libre.

El mundo no acabó. La humanidad sobrevivió pero un atentado un años después a la entrada del milenio, septiembre, le sumió en total miedo y oscuridad. La fiesta se acabó.

18 años después y dado que estamos en la época donde las tendencias se repiten; los trolls regresan, ya no en la televisión sino en formas 'reales', nosotros usuarios de internet; los comentarios ridículos ahora son en blogs, twitter, realities y tumblr y el desconcierto es el mismo, normalmente acompañado de un gif que represente la expresión facial. Lo maravilloso de todo es que ya comenzó a desbordarse de las líneas del internet y comenzó a reflejarse en la calle, haciendo de esta, ahora tendencia, un futuro fenómeno.

Y no, no se trata sólo de moda. Son muchísimos los factores y vicisitudes de un mundo 'progresista' las que van haciendo de esta pequeña bola de nieve, una avalancha trollera. La re-elección del presidente de los Estados Unidos, por ejemplo, supone la entrada a cambios culturales gigantes que alimentarán la tendencia: la aceptación de género, legalización de la marihuana y del matrimonio gay traen consigo rupturas de tabú y una osadía que si bien desenfrenada, podría ser auténtica, palabra que ha perdido valor desde hace 13 años.

Esta vez el mundo ha abierto un poco más los ojos. Las tasas de catolicismo han bajando al igual que los suscriptores de Vogue. Ya nadie traga entero ni le tapan la boca con el dedo; estamos entrando a una era donde ser troll, ha permitido ser uno mismo, sin importar la opinión ajena (algún usuario tras un nickname). Se sobrevivió a el 21.12.12, tercera gran trolleada y no hay necesidad de sentir miedo ya; más allá del que quieren infundir los medios donde el internet, ahora predomina y debido a la libertad del cibernauta de elegir lo que lee, ha ido decreciendo ese temor y la humanidad tiene ganas de volver a bailar y dejar el luto.

Es un poco contradictorio. La moda nunca había sido tan aburrida, pero al tiempo es maravilloso porque es ''la moda'' que nos han metido en la cabeza la aburrida. Ahora hay cientos, miles de diseñadores independientes con ideas frescas y aunque no revolucionarias, deslumbrantes y desconcertantes (como lo fue Gareth Pugh hace un tiempo) trabajando y moviéndose a través de las redes sociales usando el color, frases atrevidas y una onda noventera engranadas para presentar sus piezas que resultan siendo una exquisitez estética. Por eso el resurgimiento de Jeremy Scott, antiguo protegido de Karl Lagerfeld, al ojo de la moda internacional con sus propuestas descabelladas y noventeras quien viste ahora a las que serán las promesas de esta nueva década: Azealia Banks, Justin Bieber (...) y el grupo pop 2EN1. Sus desfiles que fueron una vez olvidados, vuelven a ser sensación y Style los coloca en su página principal. Por relevante en tendencia.

Los trolls dominan ahora la moda. El reinado de Vogue va en picada aunque muchos lo nieguen y afirmen que se mantiene como pilar de tendencia y árbitro de estilo. La moda, la verdadera está en las calles y sale de internet o ingresa a ella en algún blog de coolhunting. El ''qué dirán'' que obnubilaba nuestro pensamiento va desapareciendo en forma meteórica. Ya casi nadie se toma, ni intenta tomar las cosas en serio porque ¿para qué? vivimos en una era donde ser serio, tal vez ese sea el único temor ahora; parecer serios en twitter o tumblr nos daría menos seguidores, ser serios en facebook nos haría ver trascendentales y dramáticos. Son ahora los que llevan una vida ''normal'' los que pueden llegar a desconcertar mientras que la vida alternativa, se hace cada vez más ordinaria.
 
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