John Waters encabeza la lista de mis directores favoritos de cine. Su trabajo, que carece de efectos especiales, guiones profundos y forzados, opta por convertirse en una antitesis del paradigma que envuelve el séptimo arte: "la belleza de los personajes con finales felices", presentando en cambio, personajes crudos y auténticos que concluye, con finales que si no son trágicos, son al menos, realistas.
Cada que se menciona el nombre de éste director, a los que conocen su obra, se les viene como primer referente 'Pink Flamingos', esa película que pasa a la historia por su famosa escena donde una madre le practica sexo oral a su hijo y que se supera a sí misma a lo largo de hora y media con escenas perturbadoras que logra ruborizar hasta al menos moralista. La crítica le ha considerado como "una de las películas más estúpidas, viles y repulsivas jamas filmadas". Ya con ese honor, sabemos que si no estamos en frente de un genio, al menos estamos en frente de una genialidad; sin embargo, para este no-humilde servidor, Pink Flamingos no es la obra maestra del gran John Waters, lo es 'Female Trouble', que además de ser también una de sus películas de culto, es una película propia de un genio.
Hasta el día de hoy quiero pensar que John Waters tenía eso en mente, el hacer una película que adquiriera un valor de reflexión con el pasar de los años, que se preservase en el tiempo tocando un tema que no era propio de la época y tal vez por eso fue tan malinterpretado. John Waters con 'Female Trouble' es un ejemplo claro de lo que es ser un visionario.
'Female Trouble' cuenta la historia de Dawn Davenport, una chica rebelde aburrida de su escuela, de sus padres, de su vecindario, de su vida moralista que en cambio, prefiere una vida de delincuencia y prostitución junto a sus amigas Concetta y Chiclette al irse de su casa luego de que sus padres no le dieran de regalo de navidad, unos zapatos 'Cha-cha'.
La vida de Dawn comienza a cambiar cuando le recomiendan ir a un salón de belleza dónde sólo atienden "chicas especiales" (entiendase por esto, chicas del bajo mundo con antecedentes delincuenciales) y conoce a los dueños, una pareja de excéntricos obsesionados con las bellezas bizarras. Dawn, con su expediente, su porte chocante y su sed de fama es, evidentemente aceptada como miembro del salón privado 'Les Lipstick'.
Para hacer justicia a su estatus de belleza asombrosa, Dawn mantiene un closet lleno de prendas maravillosas de las que seguro Thierry Mugler, McQueen, Alaïa y hasta Bob Mackie quisieran haber sido los creadores y de las que seguro muchísimos se han inspirado en las últimas dos décadas, como el vestido de la 'Tia Ida' interpretada por la recordada Edith Massey.
Eso es precisamente uno de los encantos de la película: la ropa. Los escenarios y las tomas son tan cerradas que el decorado se hace invisible y los personajes toman importancia por lo que cada detalle en el aspecto físico es (des)cuidado.
La actitud chabacana y auténtica de Dawn Davenport llama la atención de los dueños del salón de belleza quienes le proponen ser parte de un experimento; para ello, le piden que no piense en ella misma como un "conejillo de India" sino en "un cerdo de Guinea". Y es aquí donde la película comienza a adquirir otro caracter.
El film se convierte en una reflexión de arte sobre los supuestos artistas, fotógrafos y bohemios emocionados con la vida destructiva de personas ajenas a ellos y el encanto que produce su tragedia, sin mencionar, el escape al tedio de una vida aburrida, al elegir la premisa de "la mentira es belleza y el crimen es belleza" que es prácticamente la base del arte contemporáneo.
La documentación gráfica llevada a cabo por la pareja de artistas, es superflua y distante al aprovecharse de la vida de sus objetivos para registrarles actuando como simples espectadores y no como parte de la obra misma, quedando implícito al momento en que cada escena caótica de la vida de Dawn les emociona y genera un morbo tan exagerado, que nisiquiera con ácido en su cara, le socorren sino que le registran fotográficamente. Esta película, se convierte en un espejo de la forma en que muchos artistas de antaño se "ganaban la vida", a través de la pornomiseria, que es el morbo que genera la desgracia ajena.
La vida de Dawn, ahora con su cara desfigurada, se hace cada vez más excesiva como la de las musas de la época y lleva a cabo acciones tan ridículas como ingerir eyeliner y cepillitos de rimel "para elevar su belleza desde adentro" y para preparse para su introducción al mundo del espectáculo como "obra de arte andante".
La noche del 'performance' de Dawn Davenport, se convierte en el momento cumbre de ésta reflexión de arte y en la evidencia perfecta, del avance intelectual de John Waters quién, teniendo en cuenta que ésta película es de 1974, explica perfectamente el uso que se le vendría dando a la imagen fotográfica en la presentación de la vida real como nueva corriente de arte que si bien era una actividad morbosa y llegó a elevar a Arbus, Mapplethorpe, Serrano, a Goldin y a muchos más a la estratósfera del arte mucho antes del nuevo milenio, hoy se ha convertido en una actividad y en una excusa para muchos fotografos que se creen artistas cuando, a diferencia de los mencionados, no se involucran con los objetivos sino que se mantienen como reporteros gráficos, como simples turistas.
Tener a un selecto grupo extasiados con Dawn Davenport mientras hace cosas tan insulsas como saltar en un trampolín y restregarse pescados en el cuerpo como si eso fuera arte, explica claramente el estado extraño en el que se encuentra sumido el mismo; al parecer, no sólo hoy sino también en 1974 tener 3 piedras y un pepino ubicados simétricamente se considera arte -entiendase por esto que cualquier cosa es arte- y el público ya sin entendimiento, para disimular la ignorancia no le queda de otra sino aplaudir.
Davenport interrumpe y lanza las preguntas del millón de dolares: ¿Quién quiere ser famoso? ¿Quién quiere morir por el arte? y es cuando el performance se ha interactivo al dispararle a varios del público creando terror en la audiencia; algo muy parecido a una obra de Abramovic quién dispuso una pistola en uno de sus performance para el que quisiera usarle y claro, nadie la disparó porque eso no pasa en la vida real.
Luego de huir de la ley, es arrestada y llevada a corte. Sus creadores, los dueños del salón y fotógrafos -como en la vida real- le dan la espalda negando ser artistas y rechazando la apariencia horrenda que una vez le alabaron.
Claramente Dawn es la verdadera artista aquí, quién, aún en su ignorancia y cinismo comprendía el poder que puede generar una imagen auténticamente fabricada y el orgullo de acciones que moralmente no están bien consideradas, como matar a su propia hija. Dawn entendía perfectamente el valor de la vida, de la muerte y de la fama aunque sea como una asesina. Para ella, mejor eso que morir siendo una DonNadie y ya en la silla eléctrica -su destino- agradece a la prensa y a todos aquellos que ayudaron a ensalzar su imagen como futura leyenda y piden que siempre hablen de ella y nunca le olviden que es ciertamente, lo único que a todos nos importa mientras estamos vivos: que nos recuerden cuando estemos muertos.
Cada que se menciona el nombre de éste director, a los que conocen su obra, se les viene como primer referente 'Pink Flamingos', esa película que pasa a la historia por su famosa escena donde una madre le practica sexo oral a su hijo y que se supera a sí misma a lo largo de hora y media con escenas perturbadoras que logra ruborizar hasta al menos moralista. La crítica le ha considerado como "una de las películas más estúpidas, viles y repulsivas jamas filmadas". Ya con ese honor, sabemos que si no estamos en frente de un genio, al menos estamos en frente de una genialidad; sin embargo, para este no-humilde servidor, Pink Flamingos no es la obra maestra del gran John Waters, lo es 'Female Trouble', que además de ser también una de sus películas de culto, es una película propia de un genio.
Hasta el día de hoy quiero pensar que John Waters tenía eso en mente, el hacer una película que adquiriera un valor de reflexión con el pasar de los años, que se preservase en el tiempo tocando un tema que no era propio de la época y tal vez por eso fue tan malinterpretado. John Waters con 'Female Trouble' es un ejemplo claro de lo que es ser un visionario.
'Female Trouble' cuenta la historia de Dawn Davenport, una chica rebelde aburrida de su escuela, de sus padres, de su vecindario, de su vida moralista que en cambio, prefiere una vida de delincuencia y prostitución junto a sus amigas Concetta y Chiclette al irse de su casa luego de que sus padres no le dieran de regalo de navidad, unos zapatos 'Cha-cha'.
La vida de Dawn comienza a cambiar cuando le recomiendan ir a un salón de belleza dónde sólo atienden "chicas especiales" (entiendase por esto, chicas del bajo mundo con antecedentes delincuenciales) y conoce a los dueños, una pareja de excéntricos obsesionados con las bellezas bizarras. Dawn, con su expediente, su porte chocante y su sed de fama es, evidentemente aceptada como miembro del salón privado 'Les Lipstick'.
Para hacer justicia a su estatus de belleza asombrosa, Dawn mantiene un closet lleno de prendas maravillosas de las que seguro Thierry Mugler, McQueen, Alaïa y hasta Bob Mackie quisieran haber sido los creadores y de las que seguro muchísimos se han inspirado en las últimas dos décadas, como el vestido de la 'Tia Ida' interpretada por la recordada Edith Massey.
Eso es precisamente uno de los encantos de la película: la ropa. Los escenarios y las tomas son tan cerradas que el decorado se hace invisible y los personajes toman importancia por lo que cada detalle en el aspecto físico es (des)cuidado.
La actitud chabacana y auténtica de Dawn Davenport llama la atención de los dueños del salón de belleza quienes le proponen ser parte de un experimento; para ello, le piden que no piense en ella misma como un "conejillo de India" sino en "un cerdo de Guinea". Y es aquí donde la película comienza a adquirir otro caracter.
El film se convierte en una reflexión de arte sobre los supuestos artistas, fotógrafos y bohemios emocionados con la vida destructiva de personas ajenas a ellos y el encanto que produce su tragedia, sin mencionar, el escape al tedio de una vida aburrida, al elegir la premisa de "la mentira es belleza y el crimen es belleza" que es prácticamente la base del arte contemporáneo.
La documentación gráfica llevada a cabo por la pareja de artistas, es superflua y distante al aprovecharse de la vida de sus objetivos para registrarles actuando como simples espectadores y no como parte de la obra misma, quedando implícito al momento en que cada escena caótica de la vida de Dawn les emociona y genera un morbo tan exagerado, que nisiquiera con ácido en su cara, le socorren sino que le registran fotográficamente. Esta película, se convierte en un espejo de la forma en que muchos artistas de antaño se "ganaban la vida", a través de la pornomiseria, que es el morbo que genera la desgracia ajena.
La vida de Dawn, ahora con su cara desfigurada, se hace cada vez más excesiva como la de las musas de la época y lleva a cabo acciones tan ridículas como ingerir eyeliner y cepillitos de rimel "para elevar su belleza desde adentro" y para preparse para su introducción al mundo del espectáculo como "obra de arte andante".
La noche del 'performance' de Dawn Davenport, se convierte en el momento cumbre de ésta reflexión de arte y en la evidencia perfecta, del avance intelectual de John Waters quién, teniendo en cuenta que ésta película es de 1974, explica perfectamente el uso que se le vendría dando a la imagen fotográfica en la presentación de la vida real como nueva corriente de arte que si bien era una actividad morbosa y llegó a elevar a Arbus, Mapplethorpe, Serrano, a Goldin y a muchos más a la estratósfera del arte mucho antes del nuevo milenio, hoy se ha convertido en una actividad y en una excusa para muchos fotografos que se creen artistas cuando, a diferencia de los mencionados, no se involucran con los objetivos sino que se mantienen como reporteros gráficos, como simples turistas.
Tener a un selecto grupo extasiados con Dawn Davenport mientras hace cosas tan insulsas como saltar en un trampolín y restregarse pescados en el cuerpo como si eso fuera arte, explica claramente el estado extraño en el que se encuentra sumido el mismo; al parecer, no sólo hoy sino también en 1974 tener 3 piedras y un pepino ubicados simétricamente se considera arte -entiendase por esto que cualquier cosa es arte- y el público ya sin entendimiento, para disimular la ignorancia no le queda de otra sino aplaudir.
Davenport interrumpe y lanza las preguntas del millón de dolares: ¿Quién quiere ser famoso? ¿Quién quiere morir por el arte? y es cuando el performance se ha interactivo al dispararle a varios del público creando terror en la audiencia; algo muy parecido a una obra de Abramovic quién dispuso una pistola en uno de sus performance para el que quisiera usarle y claro, nadie la disparó porque eso no pasa en la vida real.
Luego de huir de la ley, es arrestada y llevada a corte. Sus creadores, los dueños del salón y fotógrafos -como en la vida real- le dan la espalda negando ser artistas y rechazando la apariencia horrenda que una vez le alabaron.
Claramente Dawn es la verdadera artista aquí, quién, aún en su ignorancia y cinismo comprendía el poder que puede generar una imagen auténticamente fabricada y el orgullo de acciones que moralmente no están bien consideradas, como matar a su propia hija. Dawn entendía perfectamente el valor de la vida, de la muerte y de la fama aunque sea como una asesina. Para ella, mejor eso que morir siendo una DonNadie y ya en la silla eléctrica -su destino- agradece a la prensa y a todos aquellos que ayudaron a ensalzar su imagen como futura leyenda y piden que siempre hablen de ella y nunca le olviden que es ciertamente, lo único que a todos nos importa mientras estamos vivos: que nos recuerden cuando estemos muertos.