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23.1.14



Hace un año y medio, reseñé la primera colección de Raf Simons como director creativo para la parisina casa Christian Dior - "Dior y las flores" - donde se analiza a forma de paralelo, el aporte del mismísimo Christian Dior al mundo de la moda; el exquisito, opulento y siempre magistral trabajo de John Galliano y su respeto para la casa y una predicción de lo que sería el trabajo de Raf en la maison a partir de la primera colección.  

He de aceptar que el paso de Raf por la casa ha sido de altos y bajos continuos. Su intención de decodificiar al ADN de la maison con el ánimo de establecer una estética de la mujer Dior no ha sido fácil, pero tiene entre cejas que es ese su objetivo. Palabras del diseñador: 

"La mujer Chanel? Nisiquiera necesito verla. La puedo oler a la vuelta de la esquina, pero no puedo reconocer a la mujer Dior. Quiero trabajar en eso rápido. Chanel tiene el deux-pièces (dos piezas) con los bolsillos, o el prendedor, pero qué es de Dior hoy en día? No podría decirlo." -Raf Simons

Por ende, la libertad creativa que se le está dando al diseñador es evidente. Hay un trabajo no sólo profesional sino personal para con la firma que aún no termina de condensarse para dar rienda suelta a su ya sabida genialidad en el oficio. Comenzando desde el set donde fue presentada su última colección Alta Costura Primavera Verano2014: una especie de iglú que si bien, su intención era generar un espacio más íntimo, pues en su mente las mujeres crean sociedades para ellas mismas, puede llegar a confundir pues, la mancuerna mujer-ropa, era precisamente una herramienta, una declaración de la mujer ante la sociedad en la cabeza de Monsieur Dior.

Raf Simons es  un genio de la psicología. De hecho, en ella ha basado su carrera. Desde su trabajo en su homónima firma, hasta Jill Sander y esta última colección para CD que resultó en abstracciones de patrones de la firma creando piezas según él, más íntimas, femeninas y suaves traicionando su uso por líneas rectas y dándole paso a figuras más ornamentales y etéreas sobretodo en los polka dots que, sobrepuestos generaban una especie de sensación de tridimensionalidad.

La impecabilidad en el uso de los materiales y procesos fue tal vez lo más interesante, dejando una vez más en alto su sentido de innovación al procesar la seda hasta lograr tal fineza que se hacía necesario el uso de capas que revestieran la figura, generando movimiento en sus prendas y aludiendo una vez más a la sensualidad que Simons, propone al plantearse qué habría hecho Monsieur Dior si hubiera seguido con su marca unos veinte o treinta años más.

Así de sencillo se puede resumir la colección que, según Simons, surgió a partir de ese cuestionamiento de cómo Monsieur Dior hubiera tomado la revolución sexual de los 60's justificando inmediatamente que su colección más que técnica y estética, fue psicológica. De la que él es experto.

Repasar la colección no es sino generar contradicciones con el producto final. Pues, cabe recordar que se trata de una colección de alta costura, que aún con la búsqueda de Raf en innovación de materiales, su desglose del ADN de la Maison, y que haya sido aceptada por la Cámara Sindical de la Costura Parisina no resulta dejando esa sensación de ver piezas de alta costura. Con esto no es volver a los archivos de John Galliano y la nostalgia de su extravagancia. No. Es una sensación total de lo que debería ser la exhalación de una técnica y dirección creativa en piezas de alta costura. 

La colección podría pasar a primeras como una colección prêt-à-porter, que es otra de las intenciones de Simons: llevar la alta costura a las calles, a la supuesta gente real y no a que terminen colgados en un museo como piezas escultóricas. Inicialmente suena como un argumento válido. El maestro Balenciaga lo hacía, Pierre Balmain también y Karl Lagerfeld lo sigue haciendo. Sus piezas que hoy expuestas, se pasearon las calles de París y Nueva York. Pero entre ellos y Simons hay una distancia abismal que no sólo se define en una palabra sino que define lo que carece esta era: romanticismo. 

El savoir faire de los diseñadores de alta costura de antes y de ahora suele ir ligado a un romanticismo, a un amor por la firma de la que -se puede considerar- son reyes, a una necesidad de enaltecer un vestido aún en su máxima expresión de sencillez, a un amor por la mujer, a un amor por el amor mismo y por su oficio y a una necesidad de establecer lo que será el futuro de sus colecciones o el documento de la era en la que están. De forma opulenta o no, pero rica en detalles por mínimos e imperceptibles… y bella.

Siendo así, la colección de alta costura de Simons para Christian Dior no es bella. No porque no es Galliano, no porque no es extravagante, ni parece difícil de vestir. Sencillamente porque carece de romanticismo, de sentimiento, de amor. 

Si la ropa es el espejo de una era, estamos muertos. Ya no hay emoción, ni pieles erizadas, ya no hay histeria al no comprender cómo un mortal pudo crear tanta perfección en un vestido que sí merece estar colgado en un museo. Ahora, en cambio, hay silencio. 
La vacuidad en cada pase, la sensación de frialdad; el iglú que intentaba representar intimidad, no es sino el corazón de Raf Simons; es la racionalidad triunfando ante el sentimiento. Es la moda de hoy: fría.


"Cuando el amor es la norma, no hay voluntad de poder, y donde el poder se impone, el amor falta." - Carl Jung
 
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